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Narrando el caso PUCP: identidades, poderes, agentes

Publicado: 2012-07-24

Una breve historia del caso PUCP.

1. El plan de Cipriani

Eran los años noventa en un set de televisión. El entonces arzobispo de Ayacucho, Juan Luis Cipriani, reconocía su preocupación por la Universidad Católica más antigua del Perú (PUCP). En aquella misma época, Cipriani exhibía sus simpatías por el gobierno de Alberto Fujimori, de la misma manera en que lo haría luego con la candidatura presidencial de su hija Keiko. Según sus detractores, esas primeras declaraciones serían la prueba de los deseos de larga data del cardenal para hacer de la PUCP su próximo blanco de ataque.

Una vez a cargo del Arzobispado de Lima, Cipriani toma cartas en el asunto PUCP que habían sido dejadas de lado por Vargas Alzamora, su antecesor: la adecuación de los estatutos universitarios a la constitución Ex Corde Ecclesiae requeridas por el Vaticano para todas las universidades católicas. Al parecer no hubo mucho éxito en convencer a las autoridades PUCP, quienes además se sentían identificadas con tendencias más liberales dentro de la misma Iglesia y que tendrían un tácito (o latente) respaldo de los jesuitas cuya presencia en la universidad siempre ha sido importante mediante varios profesores y hasta dos ex rectores.

En la PUCP dicen que el fracaso inicial del arzobispado por obtener más poder en la universidad fue lo que terminó por promover la apertura del Campus Lima de la Universidad de Piura, afiliada al Opus Dei, prelatura personal a la que pertenece Cipriani y así tener un claustro universitario afín.

De todos modos, en lo que el arzobispado sí podía tener control en la PUCP era en el área religiosa. La capellanía de la universidad tuvo renovación de personal y a varios sacerdotes jesuitas prácticamente se les prohibió la celebración de misas en el campus. Algunos sintieron este movimiento como una forma de marcar esspacios de poder e ideologías. El capellán de la PUCP (CAPU) era nombrado directamente por el arzobispado y desde ahí se promovían recolecciones de firmas de apoyo al cardenal en momentos álgidos como cuando las agrupaciones estudiantiles decretaron a Cipriani “persona non-grata” en la universidad.

Ya para inicios del nuevo milenio, Cipriani deja de asistir a la PUCP debido a los abucheos promovidos por estudiantes y gracias a un silencio, casi cómplice, de las autoridades universitarias. Hasta ahora todo era tensión pero no parecía haber mayor riesgo para la institución universitaria.

2. Los terrenos de la discordia

Dentro de estas antipatías la PUCP le dio la excusa perfecta al arzobispado para reclamar derechos dentro de la universidad: la venta de un terreno del fundo Pando que era parte de la herencia de José de la Riva-Agüero, principal benefactor de dicha casa de estudios. El testamento de este intelectual exigía la existencia de una junta administradora de sus bienes con participación de la Iglesia de Lima y esto no ocurrió. Se dice que esta transacción se dio casi a escondidas del arzobispado.

De pronto el tema de la herencia de Riva-Agüero fue un punto fuerte para reclamar más presencia de la Iglesia y participación en la vida universitaria. El caso, llevado a tribunales, terminó dándole la razón a Cipriani.

Según el arzobispado de Lima, la Universidad había perdido su espíritu y apertura a la Iglesia. De pronto habían profesores que abiertamente se burlaban de la Iglesia, se hacían convenios con entidades opuestas a la doctrina católica, se repartían condones en el campus, píldoras anticonceptivos en la puerta (sin que nadie diga nada, claro), y, eso fastidiaba bastante a la Iglesia.

3. Un rector versus un cardenal

Mientras tanto Marcial Rubio había asumido el cargo de rector en la PUCP y, casi augurando la poca empatía que tendría con el Cardenal, en su primera entrevista que dio en el cargo (Somos, El Comercio) acusó a Cipriani de querer hacerse con la administración de la universidad en lugar de calmar las aguas.

Marcial se perfilaba como alguien más conciliador, aunque varios de sus alumnos reconocen que en clase su carácter es poco sutil y así fue como terminó reaccionado en las declaraciones sobre el caso PUCP-Arzobispado. Las razones que llevaron a tener esperanza en Rubio fueron su previa experiencia como vice-rector y su profundo amor a la Iglesia. Rubio se formó en la Compañía de Jesús y su relación con la institución eclesial siempre había sido muy cercana. Es verdad que se trataba de la otra corriente ideológica de la Iglesia, pero al fin y al cabo él se presentaba como fiel al magisterio religioso.

Si a Cipriani le critican la dureza de sus palabras y su poco diálogo, Marcial tampoco se quedó atrás con insultos y hasta burlas para el cardenal. La pelea se dio en todos los medios escritos, visuales y virtuales. Mientras la PUCP sacaba comunicados llamados “En Defensa de la PUCP”, el arzobispado los llamaba “En defensa de la Verdad”.

Hay que reconocer que a pesar de la antipatía hacia el cardenal, Rubio y su junta directiva nunca quisieron separarse de la Iglesia. Es verdad que él tuvo penosas declaraciones, como cuando le consultaron sobre qué pasaría si la PUCP se separaba de la Iglesia y su respuesta fue que el nombre lo tenían “registrado en INDECOPI”. Pero más allá de estos detalles lo que tal vez Marcial no intuyó, fue que la mayoría de su comunidad universitaria (o en todo caso un porcentaje bastante importante), aprovecharía la oportunidad ver la posibilidad del quiebre institucional.

Personas como Sigrid Bazán, de la federación de estudiantes, cobraron un protagonismo no precisamente por sus propuestas, sino por avivar la discordia. Profesores como Miguel Giusti, en columnas periodísticas en lugar de pedir soluciones apostaron por la secesión de la universidad de la Iglesia de una vez por todas. Al menos Giusti fue más sincero que los comunicados que sacaba la Asamblea Universitaria, los cuales eran muy contradictorios pues se “reafirmaban valores católicos” al mismo tiempo que se difería abiertamente de la autoridad eclesial.

4. El Vaticano interviene

Un grave error del discurso PUCP fue personalizar el conflicto. En realidad fue cosa de las dos partes. El litigio institucional se resumió a los bandos Rubio vs. Cipriani. De hecho, la presencia de Cipriani en PUCP fue un argumento usado en contra de la intervención de la Iglesia debido a sus posturas respecto a los derechos humanos y la democracia. Marcial Rubio y los demás líderes (Sigrid, profesores, etc), capitalizaron este sentimiento el cual no fue nada difícil de conseguir.

Rubio, en una de sus presentaciones ante la comunidad universitaria, dijo claramente que la PUCP estaba muy bien con Vaticano y que el problema más bien era con solo el arzobispo de Lima, es decir, Cipriani. A la luz del tiempo eso no resultó cierto pero parece que en ese momento sí logro convencer, ya que hasta hoy en día las cartas enviadas desde la Secretaría de Estado Vaticano son entendidas por muchos miembros de la comunidad PUCP como cosa de Cipriani.

La primera carta que recibió PUCP del Vaticano en 2011 fue hasta menospreciada por Marcial Rubio en una audiencia pública. En lugar de fijarse bien en su contenido, Rubio se preocupó por el tipo de papel en que esta había sido impresa (sugiriendo, tal vez, que en realidad había sido hecha por Cipriani y no por Roma).

La carta no respondía al tema de la herencia del Riva-Agüero sino a la adaptación de los estatutos PUCP, algo que hace años Vaticano reclamaba. Pero ambos temas se mezclaron, o al menos muchos pensaron que se trataba de la misma cosa.

Ya es historia conocida que hubo un preacuerdo con el arzobispado que no llegó a buen puerto por intransigencia de ambas partes. Frente a ello Vaticano había dado una fecha límite y una vez pasada esta, llegó una carta a Lima en julio firmada por el Cardenal Bertone (Secretario de Estado Vaticano) en donde se le solicitó a Rubio que a la universidad se le retiren las denominaciones de “Pontificia” y “Católica”.

5. ¿Bienvenidos Todos? Reacciones de la comunidad PUCP

Luego de esta carta del Vaticano, la Asamblea Universitaria insistió en su derecho a mantener su nombre e identidad católica y al mismo tiempo “deploró” la disposición del papa Benedicto XVI.  Es decir, todo quedó en un complicada ambigüedad de desobediencia y deseo de retención de títulos, siendo el de “Pontificia” el más problemático puesto que se refiere a una relación institucional directa con el Papa.

En las redes sociales parece que sólo hay dos posibles posturas: Un apoyo ciego a que la PUCP debe seguir siendo la PUCP sin más motivos, y la segunda es una celebración casi jubilar por la situación lamentable a la que ha devenido la Universidad al haberse convertido en bastión de “comunistas” y “caviares”. Ambas miradas son bastante poco dialogantes.

Muchos que detestan a Cipriani y a la institución vaticana no quieren perder un nombre que les da prestigio y convenios internacionales, mientras que otros argumentan que para lograr una verdadera coherencia habría que buscar uno nuevo y aceptar las consecuencias de un juicio por estos terrenos heredados de Riva-Agüero. Muy pocos todavía sugieren la adaptación de los estatutos de acuerdo a Roma.

Aquí hay algunas hipótesis: Esta falta de “sinceramiento” de la PUCP sería vista como una manera de ganar tiempo. La universidad posee terrenos en la zona Sur-Este de Lima que no están sujetos a la herencia Riva-Agüero y que podrían ser ocupados dejando el campus de Pando sin uso. El mismo Marcial Rubio en una entrevista para CNN ya ha reconocido que eventualmente se le cambiaría el nombre a la universidad. Recordemos además que si bien el discurso oficial de la PUCP es que no se rigen por el derecho canónico, en los hechos ellos pagan impuestos como si fueran una entidad de la Iglesia. Es poco probable que ganen en el campo legal debido a que la PUCP ha ido perdiendo casi todos los fallos contra el arzobispado y este último podría no ser la excepción.

6. Los perdedores: todos

Pero si de perder se trata en realidad vale mencionar que aquí no hay ganadores y sería bueno que ambas partes lo reconozcan. La Iglesia pierde una universidad prestigiosa que ya tiene un importante lugar en la historia del Perú justo en un momento en que es necesario que razón y fe tengan tribuna en la sociedad. No hay ni una universidad católica en el país que se le asome en producción intelectual a la PUCP. Perder a la PUCP además refuerza la idea de que no es posible ser creyente y al mismo tiempo generar conocimiento. La PUCP no sólo pierde su elemento fundacional y eventualmente su nombre, sino que tampoco demostró pluralidad y apertura en su forma de actuar en el conflicto, características de las que se ha vanagloriado y hasta hecho slogan. Ha habido actitudes muy soberbias: miembros PUCP han llegado a afirmar que si esta universidad es tomada por la Iglesia se acabarán los espacios de conocimiento en el Perú. Como que si de pronto toda la producción intelectual se pudiera dar exclusivamente ahí.

Por otro lado, será difícil para la Iglesia fundar una nueva y buena universidad que no sólo tenga carreras de derecho, administración y comunicación. Buscar intelectuales y demostrar creación de conocimiento será la principal dificultad.

De nuevo, nadie gana. La forma en cómo esto ha terminado ha sido muy negativo puesto que en lugar de haberse reconciliado o cortado por lo sano, la eminente ruptura deja muchas rencillas que les pasarán factura a ambas partes.

7. Proyección histórica de este caso

Finalmente, al intentar poner esta disyuntiva en perspectiva parece que se trata de una pugna de poderes más dentro de la misma Iglesia. Del mismo modo que dominicos y jesuitas se pelearon por su influencia en la educación superior durante la colonia en el Perú, aquí se reactualizan los contrincantes: El cardenal, junto con el ala conservadora de la Iglesia, y Marcial Rubio, con el apoyo de quienes alguna vez apoyaron la teología de la Liberación. Cada bando tiene además sus hinchas externos: algunos ultraderechistas reaccionarios se han alineado con el cardenal e izquierdistas y anticlericales, del lado de Marcial.

Para confirmar esta hipótesis el Vaticano redactó una carta en la que pide a todos los obispos peruanos que se comporten mejor y que no apoyen a la PUCP.

Los jugadores principales de este lío al parecer están detrás de la cortina.

Así, la historia se repite. Esperemos que esta vez sí haya remedio.

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Origen de fotos: Internet, PUCP, ACIprensa


Escrito por

Américo Mendoza Mori

@ameriqo Investigador cultural


Publicado en